El presidente Pedro Castillo cometería un grave error si considera que el rechazo a la moción de vacancia en su contra es un triunfo de su gestión, pues los peruanos seguimos sin saber el fondo de las reuniones clandestinas sostenidas con funcionarios, proveedores, lobistas y empresarios truchos en la casa del pasaje Sarratea en Breña, porque eso de que el jefe del Estado acude a ese lugar solo a comer ricos potajes chotanos, es muy difícil de creer.

Lamentablemente estamos en el gobierno de las sombras, donde el presidente no da la cara, no responde preguntas, se corre de los periodistas –o su seguridad los golpea–, da mensajes de tres minutos y a través del Twitter, y se escuda en una absurda victimización, en su origen provinciano y en una supuesta venganza de sus rivales políticos, como si su gobierno decadente y sin rumbo fuera una completa maravilla sin nada que cuestionarle.

Han encontrado 20 mil dólares escondidos en el baño del exsecretario presidencial Bruno Pacheco, un empresario que ha estado preso por integrar una banda de asaltantes presta un vehículo a su sobrino, pero para el mandatario no pasa nada, todo es culpa de quienes no aceptan su origen rural ni que sea un profesor. Ayer mismo en Puno el jefe de Estado ha seguido con esa letanía que ya está cansando a los peruanos, a juzgar por las últimas encuestas.

Los que han votado en contra de la admisión de la moción de vacancia, especialmente los del partido del inclasificable César Acuña y Acción Popular, están contribuyendo a que el presidente Castillo siga haciendo lo que le da la gana desde su cargo, se mantenga alejado de la transparencia que es parte de la democracia, no dé cuenta de sus actos, e insista en llenar su gobierno comunista de impresentables, buenos para nada, recomendados y hasta filoterroristas.

La presentación de Castillo ante el Congreso pudo ser una gran oportunidad para que el mandatario rinda cuentas al país. Sin embargo, todo se ha visto frustrado por quienes desde ahora son cómplices de los desarreglos del presidente. El mandatario se ha salvado esta vez, pero si no cambia de actitud y de rumbo, podría terminar igual que el casi olvidado Pedro Pablo Kuczynski, quien se salvó de la vacancia en un lejano diciembre de 2017, pero terminó cayendo en marzo del año siguiente.