Dentro de una semana debe salir en libertad la terrorista Maritza Garrido Lecca, la bailarina de danza contemporánea que en los 25 años de prisión a los que fue condenada -luego que le fuera anulada una justa sanción de cadena perpetua- jamás ha mostrado un ápice de arrepentimiento por haber albergado en su casa de Surquillo al cabecilla de la banda terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, el peor criminal que ha podido nacer en tierra peruana.

Pero lo grave del accionar de esta mujer no radica solo en que jamás se arrepintió o pidió perdón, sino en el hecho de que escondió a Guzmán en los momentos en que este sujeto desataba la peor ola de ataques contra la capital peruana, supuestamente como paso previo a la toma del poder. Recordemos que 1992 fue un año sangriento, con atentados como los de la calle Tarata, Canal 2, la Embajada de Japón, el edificio Solgas y el crimen de María Elena Moyano, entre muchos otros.

Fue el año de los “paros armados”, en que se mataba hasta a taxistas por salir a trabajar. Cuánta sangre pudo evitarse si la terrorista Garrido Lecca no hubiera mantenido oculto en su casa al cabecilla de Sendero Luminoso, quien desde su absurda y enferma óptica apuntaba a lograr el “equilibrio estratégico” con un millón de muertos antes de lanzarse al poder con unas masas que solo existían en su imaginación.

Esta sentenciada no era una simple repartidora de afiches subversivos, un personaje al que le encargaban esconder armas o una terruquita posera de café barranquino. Tuvo un rol fundamental y hasta vital dentro de Sendero al esconder al cabecilla del que dependía toda la estructura criminal de la banda que había puesto en jaque al país desde que inició la lucha armada en la sierra, donde la matanza de campesinos y gente humilde jamás podrá ser olvidada.

La terrorista Garrido Lecca sabía muy bien en qué se metía hace 25 años al esconder a semejante criminal, y tuvo bastante tiempo para arrepentirse. No lo ha hecho y ahora le tocará afrontar en la calle las consecuencias de sus actos, que se traducirán sin duda en señalamientos y estigmatizaciones, pues por más que haya cumplido su injusta condena de solo 25 años, los peruanos no olvidamos lo que nos tocó vivir por culpa de la banda armada que integró esta mujer.