Alianza para el Progreso (APP) es una agrupación política de origen provinciano que ha tenido un vertiginoso ascenso no solo debido a sus virtudes, sino a los defectuosos que han sido los otros partidos. Pero, así como ha crecido, ha sido como el río que se desborda con un bruto desorden.

Resulta, pues, que se ha convertido en la segunda fuerza política en el Congreso, así que el interés público ha crecido. Y comienza a mostrar ciertas grietas de corrupción en ese monumento partidario que parecía erigirse en una base idónea.

Así como Trujillo fue el bastión que APP le arrebató al Apra, los indicios de corrupción también fueron llenando las cifras de la vergüenza. Hoy, el líder apepista César Acuña no más podrá jactarse de que ha construido un partido limpio de la indecencia política.

Las cosas empiezan por la familia. Su hermano, el electo parlamentario Humberto Acuña, tiene una condena en primera instancia y aún así lo dejó postular. Ahora, el Ministerio Público le ha abierto una investigación por el caso Olmos, que involucra a la corrupta Odebrecht.

Debemos recordar que su hijo, el exparlamentario Richard Acuña, fue “salvado” de una acusación penal por un lío de terrenos en Trujillo. La hija no corrió la misma suerte.

Al otro electo legislador apepista Luis Valdez ya lo empiezan a mirar mal tras descubrirse sus más de 150 conversaciones telefónicas con ciertos personajes involucrados en el escándalo de “Los Cuellos Blancos”.

A nivel local las cosas no andan bien. El lío apepista por tomar el control de la municipalidad de Trujillo, cuyo alcalde tiene doble condena y se defiende solo, perjudica a la ciudad.

Si pronto no encuentra un cauce, APP continuará mostrando lo mismo que aquellas agrupaciones que fueron desterradas del Congreso

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