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Como adultos solemos esforzarnos para que nuestros hijos o estudiantes no se aburran. Después de todo, cuando los niños o jóvenes están aburridos, pueden ser peligrosos… ¡para nosotros! Un niño aburrido tiende a hacer más travesuras, a romper las reglas en búsqueda de formas de entretenerse o, simplemente, de llamar nuestra atención y salir del aburrimiento. Tenemos miedo del aburrimiento, y con razón, ya que, de acuerdo con la investigación de Claudia Aparicio (CADE, 2016), la mayoría de los alumnos se aburren en el aula, lo cual genera bajo interés y rendimiento.

Sin embargo, podemos decir que existen dos tipos de aburrimiento: uno improductivo, que nos cansa, quitándonos la motivación; y uno fructífero, que puede ser la antesala de la creatividad. El filósofo Kierkegaard decía que “los dioses estaban aburridos; por ello, crearon a los seres humanos”.

Hacer espacio para el aburrimiento productivo es importante con el fin de desarrollar nuestra creatividad. Si estamos todo el tiempo estimulados, ¿en qué momento podemos imaginar?

Las investigadoras Shane y Heather Bench describen la importancia del aburrimiento en su publicación “Sobre la función del aburrimiento”.

Encuentran que este motiva el deseo de cambio, ya que anhelamos cambiar a un estado más placentero o activo. De pronto, consideramos posibilidades impensadas. Se me viene a la mente un ejemplo de cuando estudiaba música de niña y debía repetir muchas veces escalas, lo cual me resultaba aburrido. Comencé a imaginar diferentes historias que acompañaran mis ejercicios. Ello me ayudó a desarrollar mi capacidad de imaginar personajes y tramas. Hoy en día, disfruto mucho de escribir cuentos.

Perder el miedo al aburrimiento y usarlo para activar nuestra imaginación es una habilidad necesaria hoy en día, ya que nos encontramos bombardeados desde que amanece hasta que anochece por todo tipo de estímulos audiovisuales y tecnológicos. Calmar nuestra ansiedad por “llenar” todos nuestros momentos nos permite “hacer espacio” en nuestra mente para la creatividad.

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