“Ari-quepay” (“Quedémonos aquí”), dijo en el año 1170 el inca Mayta Cápac cuando pasaba con su ejército por el ubérrimo valle del Chili, y dispuso que 3 mil personas se asienten para dar lugar al nacimiento de diversos pueblos y caseríos bajo la vigilancia de los tres volcanes: Misti, Chachani y Pichupichu.

Así, con el paso de los años, el poblado fue llamado Arequipa, ciudad fundada por los españoles el 15 de agosto de 1540 bajo la denominación de “Villa Hermosa de Nuestra Señora de la Asunta”.

Está a 23 años para que la también llamada ciudad revolucionaria celebre 500 años de fundación española y ello será propicio para que se comiencen a diseñar planes de desarrollo a largo plazo que le permitan mantener el crecimiento que hoy en día muestra.

Arequipa enfrenta serios desafíos, en especial la necesidad de buscar la brújula que ayude a ordenar su crecimiento urbano, el mismo que se descontroló años atrás con autoridades timoratas que estuvieron en los cargos y fueron cómplices-promotores de la oleada de invasiones de terrenos, que tanto daño hizo y hoy se pagan las consecuencias, situación agravada por el caos del transporte y que se espera reciba de una vez por todas el apoyo del gobierno actual para hacer realidad el Sistema Integrado del Transporte (SIT).

La ciudad, en especial la región, ha tenido un impulso económico sorprendente por su agricultura, ganadería y en especial minería, razón por la cual las autoridades locales, con las del gobierno central, tienen que seguir apostando por la promoción de las inversiones, en especial aquellas congeladas y trabadas por falta de decisión política, donde es importante la unidad y tener un solo objetivo: Arequipa.