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Ha sido un portazo político para el presidente Mauricio Macri, y para su agrupación Juntos por el Cambio, el resultado de las elecciones primarias del último domingo en toda Argentina, en que terminaron encimados por el resucitado kirchnerismo, siempre bajo el manto del histórico peronismo. Lo voy a explicar. Es verdad que las elecciones principales y definitivas son las del 27 de octubre próximo, pero también lo es sostener que la derrota ante el Frente de Todos que encabeza Alberto Fernández, adicto al matrimonio Kirchner —trabajó con los dos (Ernesto y Cristina, la viuda) cuando eran presidentes a su turno—, volvería a repetirse en dos meses más. Pensé que Macri iba a mantener la ratio de control político por los menos por dos procesos gubernativos, es decir, unos ocho años, pero parece que no será así. La diferencia electoral ha sido de 15%, es decir, una montaña de votos donde sufragan 33 millones de argentinos, difícil para revertir su tendencia. Macri no ha sido capaz de llevar adelante un verdadero proceso de transformación nacional luego del desastre económico en que dejaron al país los cerca de 12 años del kirchnerismo. Es verdad que los cabes de Cristina Fernández, sistemáticamente infligidos al expresidente del Boca Juniors, nunca cesaron desde que dejó el poder ante el encumbramiento de Macri en el 2015. Para la expresidenta, llevarlos adelante jamás fue nada difícil, pues el peronismo, la base social para su éxito político, siempre ha sido la porción más emotiva con que cuenta la vida política argentina. Para acabar con Alberto Fernández, antes que buscar mil remedios para relievar su alicaída performance, con caída estrepitosa de las bolsas, Macri y sus asesores buscarán concentrar las energías de su estrategia en escudriñar las debilidades, vulnerabilidades o errores de su competidor en alza. Tan solo tres años y medio atrás, en las elecciones generales de octubre del 2015, Macri (51.40%) emergía en la política de su país al vencer a Daniel Scioli (48.6%) —en las primarias de agosto de ese año Cambiemos quedó segundo—; la derrota del domingo, más que desnudar el desgaste de Macri y su gobierno por sus errores, que los tuvo, parece atribuible a la maquinaria populista de la oposición, que jamás se detuvo y en cuyo marco la pose de la expresidenta de fungir de víctima y perseguida política fue eficaz.