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Ayer, las calles de Buenos Aires y las de Bogotá fueron atestadas por manifestantes en contra de la violencia contra la mujer. En un mundo patriarcal y machista donde la globalización nos conduce a la igualdad de género pero donde, además, la fuerza del varón quiere seguir imponiéndose sobre la mujer, esto último es un despropósito intolerable y condenable. Pero cómo detener este flagelo que hasta ahora no tiene solución si todos los días saltan a la opinión pública nuevos casos de violencia contra la mujer. ¿Será acaso llevar adelante una mayor fuerza coactiva del Estado contra los hombres violentos? Las normas jurídicas que se han venido dando -en el Perú también- para promover un cambio de actitud en los hombres que deciden utilizar la violencia contra la mujer se cuentan por montañas. Nada como la educación para mitigarlo hasta acabarlo. Las escenas de un futbolista colombiano pegándole a una mujer en el ascensor y las protestas por las decenas de asesinatos en Argentina están pintando la impotencia de la acción social para corregir este drama. Los objetivos sobre Desarrollo Sostenible de la Agenda al 2030, donde el Quinto apunta a alcanzar la referida igualdad de género, deben convertirse en una verdadera política de Estado en nuestros países. En el Perú acaba de acontecer la reciente manifestación ciudadana multitudinaria “NI UNA MENOS #” contra este flagelo y pareciera que sería el punto de quiebre que se está buscando para crear conciencia sobre lo que significa la mujer en la sociedad. El Estado -léase el Gobierno- hace su parte, pero se trata de un compromiso de todos los actores relevantes de la sociedad. Todos y ni uno menos somos responsables del cambio de los paradigmas sobre la mujer. América Latina tiene un pasado no muy feliz en este asunto y necesita, hoy más que nunca, una reingeniería para cambiar los estereotipos sociales al respecto. Esa es la tarea de todos.