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El fujimorismo debe de tener razones muy poderosas -y quizá millonarias- para que su mayoría en el Congreso haya impedido que las cooperativas de ahorro y crédito, esos eternos agujeros negros del sistema financiero peruano que mueven recursos que en muchos casos nadie sabe de dónde vienen, especialmente en zonas de alta incidencia del tráfico de cocaína, sean reguladas y fiscalizadas por la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS).

Con la postergación del debate de las propuestas legislativas que permitirían acabar con la informalidad -y quizá el delito- en que incurren las cooperativas, a nivel político el fujimorismo insiste en despertar las suspicacias sobre los intereses que mueven a algunos de sus miembros. Antes vimos su negativa a permitir que las cuentas del Congreso de mayoría “naranja” sean debidamente fiscalizadas por personal designado por la Contraloría General de la República.

Un país como el Perú, plagado de narcotráfico, minería ilegal, tala de bosques, extorsión al por mayor en la costa norte y corrupción, incluso en los niveles más altos de la clase política, y que quiere ser considerado “serio” a nivel internacional, no puede tener cooperativas que mueven dinero que nadie sabe de dónde sale, así como tampoco un Congreso que se opone a su supervisión por razones nada “técnicas”.

Si el terreno está parejo y no hay intereses subalternos por detrás, ¿por qué empecinarse en dejar a las cooperativas sin la regulación y supervisión de la SBS? ¿Qué hay detrás? ¿Por qué les cuesta tanto? ¿Por qué exponerse de esa manera, generar sospechas y ganarse los cuestionamientos de la opinión pública? ¿Tiene que ver en esto que el estudio de abogados de la familia del legislador fujimorista Miguel Torres cuente con varias de estas dudosas entidades entre sus clientes?

Si el fujimorismo de estos tiempos buscaba lavarse la cara, luego de sus años negros que llevaron al banquillo y a la cárcel a varias de sus principales “figuras”, incluyendo al propio Alberto Fujimori, con su negativa a que la SBS tenga bajo control las cooperativas de ahorro y crédito, muchas de las cuales parecen “lavanderías” de dineros turbios, se ha dado un disparo directo a los pies que más tarde podría rebotarle en la cara.

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