Las personas que cumplimos función docente debemos tener presente que “no podemos decir una cosa y hacer otra diferente”. Tiene que haber coincidencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Teniendo claro que quienes enseñamos no somos perfectos, sino seres humanos con fortalezas y debilidades. Esto es aplicable para directivos, profesores, padres de familia y otros actores formativos.
Cuando hablamos de ciudadanía plena, adquieren relevancia la educación cívica y ética. Pero estas no solo se aprenden en las instituciones educativas y hogares, sino por su práctica en la sociedad y el Estado.
Nos preocupa como docentes y como ciudadanos “el desempeño cívico y ético” de varias autoridades del Estado que en los últimos tiempos ponen en entredicho sus actos públicos con lo que establece la Constitución.
Nos preocupa que haya congresistas para quienes no siempre priman los intereses nacionales y regionales, sino más bien el clientelismo, los cobros indebidos, las medidas populistas e inviables, el proselitismo político-partidario, etc. Lo mismo podemos decir de la presidencia de la República y funcionarios del Ejecutivo que no siempre cumplen cabalmente sus responsabilidades para la convivencia segura, el bienestar social y la práctica de valores. Mención especial, también, merecen fiscales con sus pleitos por el poder, sus acciones controversiales y la politización de muchas de sus decisiones. Y también la actuación de la JNJ y de varios jueces.
Evidentemente hay una mayoría de las autoridades mencionadas que son respetables, a quienes saludamos. Ellos con su ejemplo son un factor importante para la formación cívica y ético-moral de nuestros estudiantes.