Hace una semana nos preparábamos para sentenciar que la alianza APRA/PPC sería lo más extraño, polémico y criticable de esta campaña. Pero claro, nos olvidábamos de ese sector de la política peruana tan incoherente como disperso y cuasi inexistente electoralmente, y tan oportunista como camaleónico y advenedizo al momento de justificar cualquier posición, cualquiera, la que sea.

Si lo de Vladimiro Huaroc con el fujimorismo y lo de Anel Townsend con Acuña encontraba la mayor parte de sustento en las necesidades (o acaso debilidades) de los candidatos presidenciales, la presencia de Susana Villarán en la plancha nacionalista junto con Daniel Urresti supera cualquier cálculo; y, lo que es peor, la defensa de tal decisión por parte de Nadine Heredia alcanza niveles indescriptibles.

Pero, vamos a ver, lo de Urresti y Heredia se entiende. Estamos no solo ante una lucha desesperada por mantener una inscripción sino por colocar la mayor cantidad de fichas en el Congreso para blindar políticamente una batalla judicial que evite la cárcel. OK. ¿Pero lo de Villarán? La exministra de la Mujer paniagüista, la exlíder de la CNDDHH, la exalcaldesa barrantista en el mismo bote con un militar acusado de asesinar a un periodista en los 80, remando en el partido de quien fuera señalado por ella y sus aliados como el “Capitán Carlos”. Lo reconozco: si apostaba, perdía. ¿Dónde quedó la consistencia de la señora? Las explicaciones que ha brindado son, además, deleznables: “Postulo para que no gane Keiko”, “Urresti me ha convencido de su inocencia”, etc.

Este es el oportunismo de un sector muy representativo de la izquierda peruana que seguirá hundiendo a la misma en el anonimato electoral y que convierten en un hazmerreír esa supuesta superioridad moral frente a otras alternativas. La izquierda, creo, no se merece eso. ¡Feliz Navidad!