Mientras el pueblo cubano liberado de sus miedos por las amenazantes figuras de los hermanos Castro, Fidel muerto y Raúl, viejo y enfermo, que decidieron con sus caprichos y febrilidades guerrilleras más de 60 años de su destino como Estado y nación, la comunidad internacional, sigue de brazos cruzados, sin reaccionar en la dimensión esperada por los miles de cubanos que salieron a las calles en forma espontánea, empujados por la pandemia del Covid-19, exigiendo libertad. Hasta ahora no he visto una reacción orgánica y en bloque por parte de la OEA -discretamente aceptable la del secretario general, Luis Almagro, pero insuficiente-, para asumir una postura en relación a lo que está pasando en la isla desde el último domingo, al cierre de esta edición cobrando la vida de un hombre de 36 años y más de un centenar de detenidos. Es sorprendente que los gobiernos de la región no hayan requerido, por ejemplo, una urgente reunión de los ministros de Relaciones Exteriores de los países miembros de la OEA, para ver la situación en Cuba, y es una completa vergüenza el silencio de los líderes de la izquierda latinoamericana que no han tenido el valor para denunciar la brutal conducta represiva del régimen comunista de Cuba. En cuanto a la cancillería peruana sigue con su actitud timorata y acomodaticia de los últimos tiempos. Como siempre cuidando sus puestos en Lima y en el exterior, ante la inminencia de que el Jurado Nacional de Elecciones proclame al señor Pedro Castillo, presidente de la República, con legalidad cuestionada y sin legitimidad incontrastable, prefieren un mensaje por twitter realmente caviaraso, para no ser “congelados” a partir del 28 de julio en que deben producirse los cambios que las nuevas circunstancias ameriten. Lo importante no era invocar de que sean permitidas las marchas sino condenar la falta de democracia en ese país. Es una burla que pidan a un régimen dictatorial que actúe con “espíritu democrático”. No se dan cuenta que en su redacción asienten que el régimen cubano sea democrático.  Pero qué falta de criterio y del más mínimo respeto por el pueblo de José Martí. La represión en la isla no tiene límites y resulta sintomático de que el viceministro del Interior haya renunciado. Con la pandemia y sin los Castro, el momento ha llegado pero sin el apoyo internacional, poco se va a conseguir.

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