Finalizada la primera legislatura congresal, me permito hacer una reflexión sobre el desempeño del Congreso de la República en estos meses. Un trabajo conjunto es necesario para cambiar el rumbo.

Primero, la ciudadanía ha sido testigo de que el Parlamento Nacional ha estado más enfocado en la confrontación con el Poder Ejecutivo que en una agenda constructiva que permita dar solución a temas que el ciudadano de a pie le exige a la clase política. Esa atmósfera de permanente inquisición que generó interpelaciones a diferentes ministros debería ser revisada.

Segundo, resulta muy urgente dejar de lado los proyectos de ley declarativos, pues el único impacto que generan es el dispendio de recursos y tiempo al Estado. Asimismo, debe tenerse presente que el Congreso no tiene iniciativa de gasto y por ello resulta indispensable que los proyectos sean formulados con un análisis serio de los impactos económicos que generarán. El Ejecutivo no es el único poder del Estado obligado a manejar la caja fiscal con responsabilidad. Por ello, creo que el Parlamento debe tener una agenda de trabajo más predictible a fin de poder coordinar la labor legislativa de una manera eficiente y no legislar solo en base a temas coyunturales.

Finalmente, muchos hemos constatado que el impulso a las grandes reformas que necesita el país ha sido un tema que ha permanecido ausente en la agenda legislativa. En consecuencia, más allá de buscar culpables, es indispensable que la representación nacional apueste por un agenda colaborativa que ponga fin a esa lógica confrontacional y busque consensos entre todos los sectores políticos. ¡Primero tiene que estar el país!