Si hay algo que nos muestran las encuestas es que, al día de hoy, no se perfila un “gran ganador”. Por ahora, tenemos un país dividido, casi perfectamente a la mitad, que vota de manera diametralmente opuesta por lo que cada parte percibe como el “mal menor”.

La responsabilidad que recae sobre nuestros hombros es tremenda. Ambos candidatos cargan con mochilas pesadas. Por eso, considero que acá no es válido el discurso de la superioridad moral que parte de la izquierda todavía se atreve a usar. Alguien que va a votar por un partido que está liderado por un sentenciado por corrupción, y que no esconde actitudes machistas y homofóbicas, no puede pretender tener la autoridad moral. Gritar “¡Fujimori nunca más!” entre lágrimas, no significa nada cuando estás defendiendo a un candidato que ha propuesto desactivar la Defensoría del Pueblo y el Tribunal Constitucional.

Acá no hablamos de “dignidades”. Votar por el profesor Castillo no te otorga superioridad moral. Hablamos del futuro muy concreto y tangible que es nuestra responsabilidad construir para el Perú. Esta debe ser una campaña de propuestas; en la que debemos votar fríamente por las aquellas que verdaderamente creemos más convenientes -y viables- para el Perú.

Dicho eso, considero que quienes votarán por Castillo están en todo su derecho de hacerlo. Si creen que la propuesta de Perú Libre es la más adecuada para el Perú en estos momentos, pues claro que se entiende su voto. Pero votar por él sin creer en su proyecto, solo porque #FujimoriNucaMás… eso sí es reprochable. Si Castillo llega a ser presidente; si el Perú se mantiene rumbo a la deriva, les corresponderá admitir su responsabilidad. Por el otro lado, nos tocará hacer lo mismo. Si algo estamos, es advertidos.