GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Al celebrar los 100 años de su natalicio, me pregunto cuál será la sensación de Luis Bedoya Reyes sobre el legado que deja. El fundador del PPC estará en la historia política del país por haber emitido la partida de nacimiento de un partido que, escindido de la Democracia Cristiana, en 1966, sentó bases doctrinarias importantes para la República, tales como la economía social de mercado, los valores cristianos y la democracia liberal, todo ello circunscrito en la siempre oxigenada corriente centroderechista. De la cuna del PPC nacieron jóvenes y prometedores políticos, como Alberto Andrade Carmona o la propia Lourdes Flores Nano y, antes, históricos de una moral irrefutable, como Roberto Ramírez del Villar o Felipe Osterling Parodi. Pero del otro lado, del costado que envilece la decencia y siembras las ambiciones, el PPC engendró a Alex Kouri y Richard Amiel, a Horacio Cánepa y Félix Moreno. El balance arroja también que de sus canteras brotaron gobiernos locales exitosos, como el del propio “Tucán” o el de Andrade, ambos en Lima. No obstante, las urnas castigaron al PPC de forma implacable al negarles la posibilidad de una Presidencia. Flores Nano, en el 2006, estuvo a un puñado de votos de la antesala del triunfo, pero fue derrotada por Alan García y su maquinaria de personeros. Hoy, casi como un designio de esa fatalidad, sobresalen los pagos de Odebrecht a dos campañas de Flores Nano, enrareciendo las celebraciones de Bedoya, y el futuro del partido, encarnado en figuras como las de Alberto Beingolea y Marisol Pérez Tello, se vuelve una incógnita, un acertijo imposible de resolver para un país que suele negarle oportunidades a sus más viables opciones.