Como estaba previsto, el debate en el Congreso sobre el voto de investidura al gabinete ministerial fue maratónico. Además, fue notoria la división y el ánimo contencioso entre los parlamentarios, algo frecuente en estos tiempos.

Desde la exposición del presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, fue evidente que no sería un día de consensos e integración. El inicio de su discurso en quechua generó polémica, pero logró el efecto que deseaba. Lo hizo para deslumbrar, como los fuegos artificiales, y que todos pongamos la atención en ello y no en el contenido de su mensaje. Además, apuntando a que la discusión sea cultural más que política.

Luego lanzó un cúmulo de buenas intenciones y vagos deseos. Prometió hasta la producción en el Perú de vacunas contra la COVID-19, más bonos y el incremento de la remuneración mínima vital, entre otros. Sin embargo, perdió la oportunidad de aclarar las dudas que acechan sobre sus ministros y nunca deslindó de las sospechas de sus simpatías con el terrorismo. Si no hay transparencia, el Gobierno tendrá un difícil tránsito.

Hasta el cierre de este editorial el Congreso no había tomado una decisión, sin embargo Bellido sigue sin dar confianza, con ministros impresentables, improvisados e incapaces para resolver las necesidades de la gente. El peligro es que continúen las desprolijidades en el manejo de la función pública y que crezca la inestabilidad política.