No creo que Bernie Sanders, el precandidato demócrata que viene imponiéndose en las primarias de su partido, mirando a la Convención Nacional de julio, sea un mal candidato. Es todo lo contrario. Pero esa razón, si resultada proclamado candidato, no le bastará para vencer en las elecciones del 3 de noviembre de este año al presidente Donald Trump. No creo que los argumentos sean por las desventajas del líder estadounidense señalado de socialista en su país, sino más bien por las fortalezas del cuadragésimo quinto presidente de la nación más poderosa de la Tierra. El ascenso de Sanders en la tienda demócrata es comprensible. Es el candidato más articulado y aparece como dedicado más a la ciencia política que a la práctica política que es lo que ahora interesa más a sus compatriotas. Eso sí, se puede apreciar consecuencia y coherencia entre su conducta personal y su conducta política, y es muy serio en sus fundamentaciones. Sus críticas a Trump tienen sentido y es muy lógico en sus argumentos. Insisto, el problema no es Sanders, sino por el contrario, una coyuntura que lo único que ha venido produciendo son réditos políticos al presidente neoyorquino que, desde que diera su reciente emblemático discurso del Estado de la Unión, y lograra salir bien librado del juicio político con que los demócratas querían bajarle la llanta, ha alcanzado un fortalecimiento político, a mi juicio, muy difícil de doblegar en los 9 meses que quedan por delante para las elecciones y más aún si como hasta ahora sigue mostrándose como el mayor abanderado del pragmatismo político. Junto a esta verdad que el realismo político no permite espacio para las elucubraciones electorales, está la siempre compleja metodología electoral estadounidense donde seguramente no resultará elegido presidente aquel candidato que alcance un mayor número de votos ciudadanos sino el que consiga más cupos entre los que se cuente para cada distrito electoral. De hecho, Hillary Clinton aunque obtuvo más votos que Trump, fue derrotada por el actual mandatario porque éste arrasó en los colegios electorales claves. Solo un desastre político en el presidente o una completa desgracia, lo podría volver marginal, pero eso no es lo real.