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Mientras no terminamos de conocer a fondo el nivel de corrupción que existió y existe en el Poder Judicial, el Ministerio Público y el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), los peruanos hemos tenido que ser testigos, el lunes último, de la “reaparición” en el Congreso del hasta ese día clandestino legislador Benicio Ríos, de Alianza Para el Progreso (APP), como para hacernos recordar que a veces parece que vivimos en un país surrealista, macondiano.

El país entero, indignado y molesto, reclama sanciones para los corruptos y sinvergüenzas, pero como quien nos saca la lengua y nos dice que acá no pasa nada, aparece Ríos, el prófugo congresista elegido por el partido de César Acuña y su hijo Richard, el que hace poco fue salvado por sus colegas de ser enviado al Poder Judicial junto con su hermana, para ser juzgado por falsificar unos documentos y quedarse con un terreno en Trujillo.

Y como si fuera poco, horas más tarde vemos cómo en medio de esta turbulencia, que asquea a todos, el juez superior Juan Gonzales Chávez cae cobrando una coima de 4 mil soles en su despacho. Con su actitud, este hampón de medalla en el pecho, que ha tenido casos importantes en sus manos, también nos está diciendo: “Me interesa un pepino la corrupción y que la gente pida sanción, yo igual me llevo mi plata sucia al bolsillo”. Así estamos.

Pero volviendo al tema Ríos, hace unos días en Arequipa el presidente Martín Vizcarra jaló las orejas al Ministerio Público porque no ha hecho un mea culpa en medio de toda esta marejada de corrupción salida a flote. Habría que preguntarle al Congreso si hará lo propio y procurará que este congresista, que además ha venido recibiendo su sueldo en la clandestinidad, no se burle más de todo un país que ve cómo a algunos privilegiados no les pasa nada.

El apepista Ríos nos ha dejado en claro para lo que sirve ese mecanismo infame de la “impunidad parlamentaria”, que le impide ser llevado a un penal a cumplir los siete años de prisión que le ha puesto el Poder Judicial por actos de corrupción cometidos en los tiempos en que era alcalde en Cusco. Usted, estimado lector, o yo, hace rato estaríamos tras las rejas, pero en el Perú hay ciudadanos de primera clase que son salvados por ciertas leyes que no deberían existir.