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Lo sucedido en Brasil altera el equilibrio político de toda la región. El socialismo del siglo XXI no hubiese sido lo que fue sin la relevancia estratégica del Foro de Sao Paulo. Brasil es el eje de la plataforma sudamericana y siempre ha tenido un peso específico a pesar del velo amazónico. La política internacional del PT infiltró gobiernos y sedujo voluntades apelando a la afinidad ideológica. Son muchos los que sucumbieron a la tentación carioca, pactando y recibiendo dinero de sus empresas y políticos. Brasil ha sido un actor esencial en la política sudamericana desde el inicio de la hegemonía lulista. Y esto no cambiará.

El triunfo de Bolsonaro es el producto de un populismo con ideas simples y empáticas para un sector de la sociedad. Libertad de mercado, patriotismo funcional, un Estado que garantiza la seguridad, intereses nacionales antes que nuevo orden mundial, destrucción de los corruptos, identificación de la izquierda como el gran enemigo de la convivencia y promotor de la polarización. Y, el ingrediente secreto, la idea de que el cristianismo es la base de la conciencia nacional y la argamasa que garantiza la continuidad de la sociedad.

Bolsonaro será atacado sin piedad por los medios de comunicación de todo el planeta. Es una amenaza para el nuevo orden mundial y su estilo, como el de Trump, despertará odios y pasiones. ¿Es un modelo adecuado para el Perú? Como es natural, las clases medias optarán por una candidatura centrista. Pero el radicalismo navega en la pobreza. El radicalismo puede ser de izquierdas o de derechas. La cuestión es si basta con el radicalismo para capturar la imaginación de la mayoría silenciosa.