De las muchas contingencias que han generado las medidas adoptadas para frenar el avance del coronavirus en el Perú, que hasta ayer ha costado la vida de 530 personas en nuestro país, una que aún no logra ser resuelta es la existencia de miles de peruanos que por estos días pugnan por volver a sus lugares de origen en diferentes provincias, en vista de que su permanencia en Lima se hace insostenible por la falta de recursos.

Los vemos a diario avanzando por la Carretera Central o la Ramiro Prialé, en la zona este, para tratar de llegar a Tarapoto, Pucallpa o el valle del Mantaro; o caminando hacia el sur por Villa El Salvador o Lurín, intentando hacer una imposible caminata hacia Abancay o Ayacucho. Otros quisieron ir hacia el norte desde La Victoria. También están los que acampan en las puertas del Grupo Aéreo N°8, en el Callao, esperando vuelos humanitarios hacia sus lugares de origen.

Se trata de peruanos que fueron sorprendidos por la cuarentena en Lima y que no tienen cómo seguir sobreviviendo fuera de casa; o que simplemente han sido echados de los lugares donde vivían ante la falta de pago. Otros, que son los más vulnerables, son aquellos que estaban internados en diferentes hospitales y que ya fueron dados de alta, por lo que se quedaron en la calle en compañía de los parientes que los acompañaban.

Es claro que estas personas tienen que ser trasladadas siguiendo un rígido protocolo sanitario que impida que la enfermedad sea llevada desde Lima a provincias, en caso estén contagiadas. Sin embargo, esto no debería ser impedimento para atender sus necesidades de movilidad que también afectan a niños, según dimos cuenta en nuestra edición de ayer. Su situación es de verdad dramática.

Queda hacer un llamado al Estado para que asista a estas personas, tal como viene apoyando a los otros peruanos varados en el exterior. Pero también la empresa privada puede aportar lo suyo a fin de evitar que se prolongue el sufrimiento de estas familias, e incluso convalecientes de enfermedades y operaciones. Ellos tratan de llegar a lugares donde al menos no les faltará asistencia y un plato de comida en medio de la tragedia.