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En días anteriores estuvo circulando una historia jalada de los pelos y de muy mal gusto que hablaba de que se venía un golpe de Estado al estilo del 5 de abril de 1992, en que el presidente Martín Vizcarra pateaba la Constitución vigente, asumía poderes ilegítimos e intervenía diferentes entes autónomos con apoyo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, razón por la cual en días anteriores había cambiado a los comandantes generales.

Para empezar, es absurdo que desde días antes se haya estado anunciando, hasta con hora exacta, el momento en que se iba a producir esta situación, que parece extraída de la imaginación de sectores políticos que saldrían ganando con un quiebre constitucional como aquellos que eran moneda corriente en el siglo pasado y el anterior. El expresidente Alan García ha sido uno de los que más realce dio a estos infundados rumores.

Es verdad que el país está convulsionado a nivel político, pero eso no debe llevar a que estemos creyendo en psicosociales totalmente absurdos y hasta infantiles, más aún si tenemos en cuenta la madurez alcanzada por las Fuerzas Armadas y la Policía, que jamás se prestarían a apoyar alguna aventura de este tipo, en el supuesto negado de que pueda ocurrírsele a alguien. Además, el militar que se atreva a eso sabe muy bien que tarde o temprano acabará preso.

El presidente Vizcarra y el ministro de Defensa, José Huerta, han sido muy claros al negar los rumores. Ir más allá con el cuento del golpe de Estado es hacerle el juego a quienes quisieran una situación así para beneficiarse, pese a que saben muy bien que la ruptura del orden constitucional nos convertiría en unos parias ante los ojos del mundo y echaría por la borda todo lo que hemos avanzado como país en las últimas décadas en materia económica y de respeto a la democracia.

Cualquier cambio que se dé en las instituciones del país tiene que producirse dentro de los márgenes de la legalidad. El Perú no puede detenerse a hacerle caso a este tipo de campañas psicosociales que sería bueno saber de dónde vienen. Hay mucho que trabajar en el país, en lugar de estar perdiendo el tiempo con leyendas urbanas que más bien han servido como insumo para divertidas bromas en las redes sociales durante los últimos días.