Algunos piensan que como ya el gobierno le puso fin a la cuarentena, hasta allí llegó su responsabilidad, se hizo lo que se pudo, no mucho de lo que se esperaba, podríamos haber tenido muchas más muertes, etc., etc., etc. En su momento, el balance y los números dirán qué tanto hizo o dejó de hacer el Estado, y qué tanto nos cupo a nosotros, los gobernados, de responsabilidad. Perder el tiempo echándonos la culpa y buscando responsables es una tontería, los únicos que lo practican son los que sueñan con el fracaso del gobierno para que a ellos, sus opositores, se les vea como mejor alternativa. Pero esos conflictos políticos no nos van a salvar del coronavirus. La progresiva flexibilización de las medidas, presionados por la economía y el hambre, va disparar hacia arriba, queramos o no, los contagios y las muertes. De manera que al Estado le corresponde ahora mejorar aún más las condiciones en el sistema de salud para atender una demanda que crecerá inexorablemente. La infraestructura y la logística necesitan otro enfoque, especialmente centralizado para liberarse de los entrampamientos y caprichos de los caudillos locales. Ahora más que nunca el sistema de salud necesita una conducción única y concentrada, por la eficiencia de la dirección, la ventaja de las compras por volúmenes. Este es el momento de cambiar a los corredores en una competencia de postas. No se puede con los elegidos democráticamente (presidente, gobernadores y alcaldes), pero sí con los ministros y otros funcionarios. Están agotados, merecen un descanso y un relevo. Julio es el momento apropiado para refrescar el gabinete y colocar uno con acento en la estrategia económica del segundo semestre.

TAGS RELACIONADOS