En ningún país civilizado, un Congreso que se respete y sea realmente representante de la población que busca su bienestar, debería dar el voto de confianza a un gabinete como el que encabeza el proterrorista, misógino y machista Guido Bellido. Sin embargo, queda a las bancadas democráticas actuar con cabeza fría y no pisar el palito puesto por el presidente Pedro Castillo para buscar el cierre del actual Congreso y procurar otro con la esperanza de tener la mayoría que necesita para llevarnos al abismo.

Es verdad que Bellido es de terror, como lo es su canciller guerrillero, su ministro de Defensa echado de la Policía Nacional y su titular de Economía que quiere hacer creer a los ingenuos que con un prendedor colgado en la solapa del saco ya sepultó las taras mentales de su jefe. Y ni qué decir de ministros como el Transportes con su combi pirata o el de Trabajo sancionado por no ir a laborar. Ninguno de ellos debería llevar un fajín, pero botarlos en una -como se merecen-, no es tan sencillo.

Un comentario aparte merece el titular del Interior, Juan Carrasco, un eficiente fiscal de Lambayeque que se metió en un gran lío al asumir su cargo en el Poder Ejecutivo sin haber renunciado previamente al Ministerio Público. Recién ayer, luego del escándalo, ha presentado su alejamiento definitivo de su condición de magistrado ¿Puede existir más informalidad e improvisación? ¿Así van a levantar un país agobiado por problemas históricos agravados por una pandemia?

Queda claro que el rechazo a la confianza del gabinete es lo que busca el Poder Ejecutivo de Castillo. Quiere seguir el ejemplo de Martín Vizcarra, tal como lo ha adelantado hace poco el propio líder de Perú Libre, Vladimir Cerrón. Es por eso que las bancadas que creen en la democracia, deben trabajar unidas y con cabeza fría. La democracia está en juego. El riesgo de caer en las manos de rapiña del comunismo es muy grande y por eso una reacción hepática solo favorece al lápiz y sus aliados.

A los comunistas que han tomado el poder hay que enfrentarlos con inteligencia, y para eso está el Congreso, donde los demócratas son mayoría. Allí tiene que estar el freno que se necesita, antes de acabar como Venezuela, Cuba o Nicaragua, países que tanto admira el canciller Béjar. Lo ha dicho ayer, tras asumir el mando del Ministerio de Relaciones Exteriores que quizá en sus explosivos años de guerrillero habrá querido tomar por las armas. Esto no se puede permitir.