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A veces criticar los escándalos que protagonizan los congresistas es como patear un muerto, porque es como darle y darle a quien los golpes ya no le hacen mella. Sin embargo, lo conocido en las últimas horas, en que un legislador fujimorista llamado Israel Lazo le metió un cabezazo a otro miembro de su bancada, lo amerita; ya que nos muestra una vez más el nivel en que se encuentra nuestra política y la “seriedad” con que los partidos seleccionan a sus postulantes al Parlamento.

Ya no basta con tener en el Congreso a sentenciados por corrupción, prófugos, plagiadores de documentos, inventores de estudios escolares y universitarios, solicitantes de policías para vigilar sus negocios privados, evasores de la justicia a través de su “impunidad parlamentaria” y empleadoras de crueles sentenciadas por terrorismo. Por si fuera poco, ahora hay uno que agrade físicamente a un colega tras discutir por un micrófono. Solo en el Perú, señores.

Lo grave es que, a pesar de todos estos escándalos vividos en los últimos años no solo por obra y gracia del Congreso vigente, sino también por los anteriores, la situación no parece cambiar. La mejor muestra de ello son los candidatos que tenemos hoy para la Alcaldía de Lima y algunos distritos. Hay desde un exministro humalista acusado de matar a un periodista cuando era militar, hasta un plagiador de plan de gobierno, pasando por un xenófobo que ya fracasó como burgomaestre capitalino.

Y ni qué decir de los vivazos que en los distritos -pese al espíritu de una ley que busca impedir la reelección de autoridades locales para evitar el uso de recursos en campaña- no encontraron mejor salida que lanzarse a tenientes alcaldes poniendo por delante a un candidato títere o postular a sus hijos homónimos. Esa es nuestra política en el año 2018, en la cual se permite que personajes con estos perfiles nada santos sigan en vigencia pese a las desagradables experiencias del pasado.

Los peruanos ni deberíamos quejarnos de nuestras autoridades, pues -aunque las agrupaciones y los órganos electorales no tienen buenos filtros- somos nosotros los que elegimos a personajes como los mencionados, pese a las malas experiencias. No habrá mejora de la clase política si seguimos optando por gente con antecedentes de delitos, sinvergüencería y oportunismo, solo porque bailan bonito, son graciosos, o porque tienen billetera gruesa para regalar polos y gorritos en campaña.