GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Y pasó esta semana otra CADE más. Confieso que me gustó el título de este año, porque coincide con el de mi libro El mito de las cuerdas separadas: cómo y por qué del entramado político de la gobernabilidad, publicado en Madrid el año pasado (Unión Editorial, 2016). Y me alegra que ahora sea un tema que se trate bajo los reflectores de un encuentro social tan importante como la CADE 2017.

¿Ideas novedosas? La verdad, no. Ya todos sabemos hace rato, desde los noventa, por dónde ir como país: tenemos que hacernos fuertes en competitividad económica global. No hay más. Pero es rentable vender recetas nuevas, buscando nuevas etiquetas a los mismos productos. Y no enfrentamos el problema real: que sabiendo por dónde ir en lo económico, no queremos hacer lo necesario en la política para hacerlo efectivo. Porque la política y la economía nunca van por cuerdas separadas permanentemente y, más temprano que tarde, se cruzan.

El único momento que rompió la edulcorante atmósfera de que vivimos en el país estrella del firmamento económico latinoamericano fue cuando se afirmó que debemos crecer en promedio al menos 5% por varios años para cerrar las brechas de desarrollo en tres décadas. Y no estamos ni cerca. Por ahora, Perú es solo un meteorito luminoso. La estrella sigue siendo Chile, que lidera todos los rankings importantes, a pesar de su frenazo de la última década.

Algunos me dicen que las CADE no sirven de nada. Discrepo. Sirven para refrescar las relaciones públicas, fortalecer los networks, así como para lanzar ciertos candidatos a la arena política e ir testeando su aceptación. Si en algún momento fue un superaplaudido Daniel Urresti y antes lanzado el nombre de Julio Guzmán por un influyente chef, esta vez tocó el turno a Salvador del Solar. Y es que nuestro empresariado come caviar y lo hace con gusto, aunque después se queje de indigestión.