Esa era la frase que me decía mi padre cuando yo trataba (mal) de justificar algún desliz de juventud y que hoy me parece aplicable a la mayoría de políticos. Las declaraciones del expresidente Toledo son verdaderamente alucinantes y nos han permitido recordar todas las mentiras que nos contó durante su carrera política. Resulta un poco trillado y muy vergonzosas de repetir. El expresidente García no se queda atrás. Empero, no podemos dejar de admirar el aplomo, desparpajo o descaro al declarar que pide disculpas al pueblo peruano por los hechos de corrupción de su gobierno que realizaron algunas ratas, “no apristas”, de niveles de mando medio, de las que él nunca supo nada y para quienes -por cierto- él pide que les caiga todo el peso de la ley. Lo extraño es que estas ratas no apristas no están dispuestas a ser colaboradores eficaces. Será que -como me comentó un amigo alguna vez-compañeros hay en todas partes.

Claramente no son los únicos. A Verónica Mendoza le resulta muy complicado, por no decir imposible, explicar su relación con Humala, Nadine, el Partido Nacionalista y las agendas, y a Fuerza Popular es muy fácil recordarle los actos de corrupción del gobierno del encarcelado expresidente Fujimori. Podríamos llenar varías columnas solo con nombres y hechos -pero resulta innecesario hacerlo.

Lo que sí queda claro es que la mayoría de políticos tiene rabo de paja, por lo que es muy posible que puedan resultar quemados en el incendio desatado por Odebrecht.

Resulta paradójico que la población no esté tan interesada en este escándalo que ocupa las portadas de todos los diarios serios del país, las declaraciones y comentarios de prácticamente todos los políticos, las columnas de analistas y politólogos y una que otra cadena de noticias internacional. La respuesta podría ser muy simple : para la población, la corrupción de los políticos y funcionarios no es ninguna novedad, los medios no les están diciendo nada nuevo, nada que les llame la atención. De hecho es sorprendente que en la última encuesta de GFK, los sentimientos negativos respecto a estas noticias sean únicamente 55% decepción, 52% vergüenza, 40% rechazo y 29% enfado. Pareciera que el ciudadano se está volviendo cada día más insensible, más indiferente o incluso más tolerante con la corrupción. Parece que hoy en día, ni siquiera “el roba pero hace obra” es suficiente.

Las consecuencias son graves, pues resultará casi imposible devolverle al pueblo la esperanza por un país decente con justicia, sin corruptos y la mínima institucionalidad. Nada bueno sacamos al recordar todos los días los errores que cometimos eligiendo a nuestras autoridades ni al escuchar sus absurdas declaraciones. Por eso sigo pensando que hoy, a los políticos, calladitos se les ve más bonitos.