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Durante 16 años, esa gente que nuestra columnista Cecilia Villegas ha denominado “la reserva moral” del Perú se dedicó a existir al amparo del discurso que afirmaba que solo el fujimorismo, con los millones que se levantó en los años 90, era la personificación de la corrupción y que todo lo que no era “naranja” -es decir, ellos- era puro, casto, inmaculado y libre de cualquier ápice de olor a podrido. Pues nos hicieron el avión, nos engañaron. 

Y es que a la luz del escándalo de corrupción que tiene como protagonista a la empresa constructora brasileña Odebrecht, va quedando claro que la corrupción no era patrimonio del fujimorismo, sino también de aquellos que a fines del año 2000 se sentaban todas las tardes alrededor de representantes de la OEA, en el Hotel Country Club de San Isidro, para librarnos de ese cáncer que ellos también dejaron germinar una vez que llegaron al poder en los años posteriores.

Ahí están embarrados el gobierno de Alejandro Toledo, el mismo que también tiene que responder por los millones de Ecoteva; el de Alan García, con la Línea 1 del Metro de Lima; y el de Ollanta Humala, con los supuestos aportes de campaña que llegaban a manos llenas. Pero no olvidemos a las administraciones municipales de Luis Castañeda y Susana Villarán. Es mucho lo que tienen que hacer las autoridades para llegar al fondo de todo esto.

Irónico ver a la izquierda de hoy, esa que convivió con Toledo y que llevó al poder a Humala y a Nadine Heredia -sí, la de las agendas donde Verónika Mendoza no niega haber escrito-, hacerle ascos al fujimorismo al momento de dialogar por el bien del país cuando tiene mucho de responsabilidad en las coimas de Odebrecht que podrían salpicar también a la exalcaldesa Villarán, quien hasta ahora no explica quién le pagó a su asesor Luis Favre para evitar que la revoquen en 2013.

Es tiempo de que la “reserva moral” de la que nos hablaba Cecilia Villegas en este mismo espacio, que tengo el honor de cederle los sábados, comience a cambiar de discurso, quizá empezando por un mea culpa; y de que en sus sesudos análisis y acusaciones, que la mantienen vigente, se incluya también como responsable de la corrupción que nos agobia, la cual debe ser combatida por todos no con lavado de banderas, “tuits” o flashmob, sino con acciones concretas que comprometan a todos los peruanos.

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