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Con qué ganas cree Ud. que un ciudadano se mete la mano al bolsillo para pagar arbitrios y otras obligaciones municipales si sabe que su contribución cubre un presupuesto que, en más del 90 por ciento, se va en pagar planillas ediles mientras las calles de la ciudad son un basurero. Entonces, no paga o evade. Qué ciudadano acepta nuevas imposiciones tributarias si sabe que su dinero se derrocha en los gastos de un Parlamento de la calidad del que gozamos, mientras los programas de la televisión nos muestran hospitales que no tienen medicinas o instrumentos para una atención de mediana calidad. Estamos en una situación de enorme desconfianza hacia la eficiencia del Estado y en un permanente comenzar, por lo que cada gobierno, cada gabinete, cada ministro, entiende que la historia comienza a partir suyo, que hay que cortar con el pasado, que la continuidad no existe.

Quizá sea un defecto en nuestro ADN social y cultural, porque esa forma de mirar la historia es muy común. Puede que sea la ausencia de modestia, o el exceso de soberbia y vanidad (que es lo mismo, al revés), lo que nos impide ir poniendo ladrillos, pequeños, sencillos, uno cada vez, con perspectiva del conjunto que no llegaremos a ver, planeado para el largo plazo. Quiero creer que no es una tara en nuestro ADN, solo sea la desgracia de elegir gobernantes que sueñan con obras faraónicas, que no pierden la ocasión de construir pirámides que los inmortalicen aunque terminen, frustrados, como grandes ladrones en los que la codicia pudo más. Ese cambio de mentalidad es en lo que tenemos que invertir a través de la educación. Solo a partir de allí tendremos un real cambio como grupo social. El resto será solo lo que la naturaleza nos provea, como en los tiempos arcaicos en que solo necesitábamos hacer ofrendas y sacrificios a los dioses.