Uno ve la tabla de las encuestas y prevé que los próximos Ejecutivo y Legislativo tendrán más de un dolor de cabeza, migraña que nos afectará a todos, por supuesto. Con una fragmentación tan acentuada, en realidad quienes pasen a la segunda vuelta no conseguirán una mayoría representativa sino insípida. ¿Por qué no cambiamos el sistema de elección?
En las elecciones pasadas, Fuerza Popular, con Keiko Fujimori a la cabeza, logró 73 asientos en el Congreso con 39,85% de los votos, superando a Pedro Pablo Kuczynski (20,99%). Sin embargo, en la segunda vuelta, este resultado terminó siendo nefasto para la democracia. PPK ganó y ya sabemos cómo acabó, claro, sin contar con la deslealtad de sus congresistas.
La primera vuelta termina siendo determinante para el Congreso, mas no para el futuro gobierno. ¿Por qué no cambiar el sistema de elecciones? Un sufragio para elegir al próximo presidente de la República y otro, para los representantes del Parlamento. Así tendremos un equilibro de poderes a conciencia, como ocurre en otros países con menos riesgos para la democracia.
En estas elecciones, viendo las encuestas, imagínense el peligro de que un candidato llegue a una segunda vuelta con menos del 15 % de los votos y que, al final, se siente en el sillón de Pizarro. No es muy difícil pensar que si las fuerzas oscuras del Legislativo se unen podríamos tener el plato de la vacancia presidencial en la carta del menú del día. ¿Podremos evitarlo?
Nuestro sistema de elecciones deja muchas dudas, pero a la clase política tal vez le interese más la cuota del poder que el interés nacional. Si el temor es que tengamos un Congreso bipartidista, pues es preferible que sea el propio elector quien determine cómo equilibra los poderes y no los resultados paupérrimos de la primera vuelta.