GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

A propósito del aniversario 29 de la Policía, en una reciente conversación con un teniente general en retiro le pregunté si la ley que permite a los agentes el uso de sus armas contra los delincuentes sirvió para reducir los índices de criminalidad. Aunque no lo crea, su respuesta fue negativa.

No se trata de actuar a modo de represión contra la delincuencia, sino de darle una oportunidad a los menores para que no ingresen a este mundo. Es decir, se debe atacar el origen del problema, no cuando la sangre llega al río.

Me hablaba de que para disminuir la cantidad de bandas de crimen organizado se necesita de una estrategia social. O sea, que la Policía trabaje en prevención, llegue a los barrios peligrosos y, junto a otras áreas del Estado, brinde otras alternativas a la ciudadanía para no acogerse a la falta de oportunidades para comenzar a robar, matar o extorsionar.

Es difícil que el país deje de desangrarse empuñando las armas, pero frente a la tribuna puede parecer cautivador. Matar a delincuentes no es la solución, sino evitar que más gente se sume a esta lacra. Mejor dicho, impedir que la sociedad termine por corromperse.

La Policía cumple una labor fundamental en la sociedad. Aunque por ahora la confianza de la población en el uniforme ha decaído, creo que es un buen punto empezar por acercarse a la sociedad para sentirse parte de ella y no un rival más.

Sin embargo, los casos de malos efectivos coludidos con el hampa no ayudan en este trabajo. Más candados a su labor de contrainteligencia le vendría bien a la institución.

Espero que, por el bien de todos nosotros, la Policía recupere el terreno perdido durante estos últimos años y vuelva a ser el buen vecino que hace cumplir la ley en beneficio de los indefensos. Ojalá el Ministerio del Interior vaya en ese camino.