Desde el inicio de las protestas —que se han tornado violentas y vandálicas—, promovidas, azuzadas y financiadas por los remanentes de Sendero Luminoso, del narcotráfico, de la minería y de la tala ilegal, y por elementos extranjeros, ahora, somos testigos del traslado de la violencia del sur peruano a las calles de la capital.

A todo ello, la promocionada “toma de Lima” solo nos ha evidenciado, en vivo y en directo, la violencia desmedida por parte de la vanguardia marxista.  Debemos recordar que la capital del país está integrada, en su mayoría, por nietos e hijos de provincianos de todas partes del Perú profundo. Aquí hemos forjado nuestras vidas y somos tan pueblo como los hermanos de los Andes y de la selva.

Por otro lado, en los últimos días, el bloqueo de vías de acceso ha ocasionado muertes y desesperación en la población. Esta situación ha colocado en alto riesgo la integridad y salud de la población peruana, elemento fundamental del Estado peruano. Es hora de activar el Sistema de Seguridad y Defensa Nacional, y, a través del binomio PNP-FFAA y población, para derrotar nuevamente al terror que nos envuelve con su violencia extrema.

De este modo, la izquierda extrema quiere llevarnos a una constituyente sin sentido para redactar una nueva constitución; esto sería, como encargar al mismo Satanás, Lucifer, Belcebú, Mefistófeles, Luzbel o Baphome a que redacte una nueva biblia. Sin embargo, el pueblo quiere estabilidad para salir adelante, el pueblo quiere desarrollo y vivir en paz, el pueblo quiere oportunidades para mejorar su calidad de vida.

El discurso perverso, que ha sido explotado por la izquierda y la caviarada local, se sustenta en las innegables demandas y necesidades de la población. Es por ello, que debemos lograr entablar mínimos consensos en diálogos sinceros, sin crear falsas expectativas, sin discursos rimbombantes y colocando fuera de estos espacios a demagogos del “establiments” local que solo buscan saciar sus propios intereses.