Carlos Bruce
Carlos Bruce

Reconocemos el coraje de Carlos Bruce al declarar públicamente su orientación sexual (no "opción", como machacona y erróneamente repite El Comercio), aunque en realidad su admisión es una confirmación de lo que "se sabía".

Nuestra sociedad sigue envuelta en las taras del racismo, el machismo, la homofobia, que acompañados por la corrupción nos recuerdan cuán actual es la proclama gonzalezpradiana "donde se pone el dedo, brota la pus".

No creemos exagerar si afirmamos que no hay institución ni entidad pública o privada libre de esta lacra. Las declaraciones, discursos, muchas veces son simples lavadas de rostro, golpes de pecho más o menos hipócritas para atenuar los gritos de las conciencias o presentar caras amables.

La orientación sexual no es asunto de médicos, psicólogos, psiquiatras, fanáticos religiosos, brujos o policías. Es un hecho que obedece a la naturaleza, y no solo a la naturaleza humana. Por lo mismo, no es asunto de "tratamientos" o excomuniones. Sino de reconocimiento a las personas en su doble condición de seres humanos por un lado, por lo tanto partícipes de la dignidad que corresponde a todo ser humano; y, por otro, de ciudadanos con todos sus derechos, deberes y obligaciones.

No hay nada que discutir. Toda discusión, por el solo hecho de darse, es ya menoscabo de esa dignidad y esa ciudadanía.

Bruce declara que su admisión de homosexualidad podría dificultar su carrera política. Es relativo. Si bien puede generar la guerra irracional de algunos fanáticos, podría suscitar la ampliación de su base electoral personal.

Desde esta minicolumna, un saludo para Carlos.