Los que estamos convencidos de que este es un gobierno inviable, que Pedro Castillo es tan radical como Vladimir Cerrón y que su continuidad en el gobierno solo supondrá la hecatombe de la democracia y la demolición sistemática de los fundamentos económicos del país, hemos encontrado en la amenaza de Guido Bellido sobre la nacionalización del proyecto del gas de Camisea, a cargo del consorcio Pluspetrol, una confirmación más para ese convencimiento.

La idea de que la dupla Bellido-Cerrón encabeza el frente radical y que la facción que lidera Castillo es el ala moderada de esta caótica distribución de poderes es absolutamente falsa y constituye una espada de Damocles que más temprano que tarde habrá de caer. Que un grupo de inconsecuentes y despistados (algunos olvidados por el sistema, ciertamente) le hayan regalado el destino del país a un grupo de infelices radicales comunistas y filosenderistas no quiere decir que la democracia deba actuar en concordancia con esa ingenuidad.

La democracia no es idiota y debe demostrarlo. Es el Congreso el contrapeso decisivo que debe apurar su estrategia para vacar a Castillo con una de las tantas razones que sobran para hacerlo. Lamentablemente, bancadas como las de Alianza para el Progreso (APP) y Acción Popular (AP) han devenido en cómplices de este saqueo descomunal. Se han acomodado al poder con la ductilidad de una cortesana. César Acuña y Mesías Guevara son, hasta ahora, los campanas de los cacos que se quieren levantar al país. Es hora que encaminen sus objetivos y dejen su inexplicable complicidad con este salvaje gobierno.