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Por Javier Masías

Lima se mueve. Mientras una reciente ola de comentadas aperturas -entre otros, Cosme, que ya tratamos, e Isolina, que pronto reseñaremos- ocupa los espacios gastronómicos de la prensa, hay establecimientos de aspiraciones más modestas que aparecen aquí y allá. Aprovechando el inmenso público corporativo que se encuentra en las inmediaciones de Santa Catalina, el chef Heinrich Herold abrió Catalina 555, un restaurante de cocina casera peruana que se vale del repertorio tradicional para proponer una que otra vuelta de tuerca a platos de toda la vida. Solo tiene carta de bebidas -algo de coctelería y una interesante oferta de cervezas importadas-, así que para las comidas se vale de pizarras que cambian con alguna frecuencia. La propuesta es interesante para la zona, y tiene algunas gracias que vale la pena reseñar.

Entre las entradas destaca un pastel de choclo relleno de ossobuco al vino (S/.32) con textura tan cremosa como un pepián y un dorado amable en la superficie. Si bien podría prestarse más atención a la guarnición, la austera ensalada que acompaña, cumple la función de refrescar el paladar entre bocados. El cebiche de puerto (S/.32) con pesca del día -nos tocó suco, muy bueno- viene acompañado de chicharrones de huevera, una genial idea que armoniza temperaturas, sabores y texturas contrastantes. El plato es perfectible: como se sabe, el amante de la huevera la busca más cremosa que crujiente y extraña la textura granulada cuando se troza muy fina y luego se fríe.

Hay una patita escabechada (S/.23) que en realidad ha sido cocida en caldo de cerdo y escabeche. El sabor de la proteína está perfecto, pero en la salsa se extraña la concentración de panca y vinagre que haría volar al plato. Una interesante sarsa de pallares verdes -¡por fin un restaurante que aprovecha la breve temporada de este producto estupendo!- se acompaña de lapas y chicharrón de calamar (S/.35), pero la preocupación por dar una porción generosa hace que las lapas desaparezcan entre el sabor de los pallares y el de la costra de la fritura.

Tanto el pulpo al olivo gallego (S/.34) como el muchame de bonito (S/.32) requieren más trabajo: en un caso el pulpo llegó duro, y el concepto es poco claro; en el otro, falta balance. Todas son excelentes ideas, pero les falta recorrer más o menos para estar a plenitud.

Algo muy diferente ocurre con los fondos. La bondiola braseada con vegetales (S/.45) es perfecta y si bien la acompaña un puré de pallares muy discreto, en la boca el sabor se expresa a plenitud gracias a una salsa deliciosa. La cazuela de arroz caldoso con mariscos (S/.50) también es gloriosa. La presentan en una suerte de palangana de barro todavía bullente (aquí las porciones son grandes y se podrían perfectamente compartir, pero la palangana da para hasta tres personas). El asado de tira con puré de papas (S/.60) tampoco está mal. Han logrado que la carne quede tan suave como para desprenderla del hueso con una cuchara, pero esta ha cedido, en el proceso, la mayor parte de su sabor a la salsa. Habría, quizá, que cuidar más el punto. Los postres requieren más trabajo.

Con todo, Catalina 555 logra servir a precios coherentes platos sabrosos, caseros, abundantes y con productos correctos. Hoy es una de las propuestas más interesantes de una zona algo desatendida. Y si se ejercitara un poco más -especialmente en las entradas-, podría convertirse en una atracción más allá de su vecindario. Poco a poco.

Catalina 555. Av. Santa Catalina 555, La Victoria. Teléfono: 6372659 y 6372689. Atención: de martes a domingo desde las 12.00 hasta las 17.00 horas.