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Trato de retroceder lo más que puedo en nuestra historia nacional, paso por el conflicto interno, la Guerra de Tiwinza, la del Pacífico y así termino llegando hasta el asesinato de Atahualpa con la llegada de los españoles a nuestro territorio y sigo sin encontrar la raíz de la sociedad en la que nos hemos convertido.

Sé que el fútbol es, de las cosas sin importancia, la más importante, parafraseando a Jorge Valdano; pero no deja de generar un interés digno de análisis sociológico esa tendencia tan nuestra a contentarnos con tan poco y, muchas veces, con nada. Somos el país que celebra empates en casa, que ve en el hecho de no perder un mérito, un motivo de jolgorio, una razón para sonreír.

Estamos enfermos como sociedad, carecemos de autoestima cuando salimos a las calles con la sonrisa incrustada en el rostro a festejar un punto de oro ante una Argentina que nosotros mismos nos encargamos de hacer gigante. Perú no va llegar a nada si es que su sociedad no comienza a cambiar. Seguirá flotando en la mediocridad de una gloria inventada, del pasado lejano, y casi mitológico, de una época en la que el fútbol se jugaba de una manera tan distinta que el que se practica hoy por hoy ya parece ser otro deporte.

Estamos acabados si creemos que conceptos como la entrega, la actitud o el temple son factores opcionales o meros condimentos en un partido, cuando, desde que el fútbol es fútbol, han sido ingredientes fundamentales, tan determinantes como ganar, algo que también nos parece accesorio según se entiende.

¿En qué momento se nos fracturó la autoestima? ¿Qué nos llevó a este escenario en el que nos presentamos como tan poca cosa? Carece de sustento seguir por ese rumbo, tuve la esperanza de que las cosas cambiarían en ese sentido, pero solo parecen empeorar. Tan ávidos estamos de alegrías que le damos forma a la felicidad a partir de la nada, hacemos de la mediocridad un estilo de vida y de la decadencia un producto de bandera.

Que quede claro que lo que viene haciendo la selección es un tema aparte. Reponerse luego de estar dos veces perdiendo es importante, mostrar la personalidad que han conseguido forjar admirable. Pero, por encima de todo, que no hayan quedado conformes con ese resultado ante Argentina es lo más destacable y entrañable de este grupo. El camino que Christian Cueva recorrió llevando la pelota al centro del campo luego de lograr el empate es el mismo camino que todos debemos recorrer en lugar de irnos a cantar Perú Campeón en la Calle de las Pizzas porque una deslucida selección, sobre el papel, no pudo con nosotros.

Necesitamos un cambio urgente y radical.