Mientras los ministros del presidente Martín Vizcarra siguen cayendo por sí solos, sin necesidad de censuras o cuestionamientos de la oposición, sería bueno preguntarnos si en medio de todo este terremoto alguien está dedicado a afrontar los serios problemas que afectan a los peruanos como la delincuencia, la economía que no camina, la informalidad, la corrupción, la reconstrucción del norte, la débil ejecución presupuestal y otras dificultades.

Con ministros pegados con cinta adhesiva y preocupados en su supervivencia debido a sus antecedentes, falta de roce político, carencia de liderazgo, conflictos de intereses y metidas de pata, es válido preguntarse en qué momento hacen la gestión para la que han sido nombrados, en qué momento el Poder Ejecutivo se pone a trabajar mirando hacia la población, y no viviendo pendientes de los escándalos y las situaciones que generan ruido e inestabilidad.

El país entero está pagando las consecuencias de un gobierno improvisado que creyó que su única dificultad era la oposición personificada por fujimoristas y apristas en el Congreso. Nada más falso. Esto se comprueba con la crisis que atraviesa el país luego de conocerse de una reunión entre miembros del Poder Ejecutivo y Odebrecht, la cual debió ser manejada de otra forma, sin secretismos ni botando a un procurador una vez que todo salió a la luz.

El presidente Vizcarra está en deuda con el país que creyó poder manejar con una sola mano tras el cierre del Congreso. No ha logrado hacer una gestión que apunte a atender los problemas del Perú. Hoy el jefe de Estado cuenta con apoyo popular reflejado en las encuestas que tanto le gustan, pero debería darse cuenta que, a este paso, esto no será para siempre, pues el respaldo de las calles en lo más volátil que puede existir en un país como el nuestro.

Se vienen cambios en el Ejecutivo y estos tienen que ser para bien. Que no vengan otra vez con grandes promesas de mejoras y de superación de las dificultades, tal como nos dijeron al momento de la disolución del Congreso, para que al final todo siga igual o peor. El destino del Perú está en juego y no se puede permitir que el jefe del Estado, el timonel del barco, siga eligiendo mal a colaboradores que, como los que se van, no han podido durar ni cinco meses en el cargo.

El presidente Vizcarra está en deuda con el país que creyó poder manejar con una sola mano