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El presidente Martín Vizcarra se encuentra en medio de un problema que ha escalado en un abierto enfrentamiento con el fujimorismo, por cometer el error de no hacer públicos los encuentros que sostuvo con los líderes de una agrupación política que -pese a no gustarle mucho a determinadas personas- es la principal fuerza política opositora del país, por decisión soberana de los electores que así lo establecieron con sus votos en abril del 2016.

En cualquier democracia del mundo, el presidente sostiene encuentros públicos, y en la sede del Gobierno, con la oposición sin que ello deba ser materia prima para intrigas, críticas, alejamientos y demás acciones de parte de quieres son enemigos acérrimos -en este caso- del fujimorismo, que sin duda tiene su propia agenda política y juega su partido aparte, más allá de no perdonar hasta ahora la derrota de hace dos años.

Sin embargo, a pesar de esto último, nada tendría de malo para el país que el Mandatario se reúna en Palacio de Gobierno y delante de los medios con la lideresa opositora, salvo que el presidente Vizcarra haya querido quedar bien con los antifujimoristas -aquellos que andan muy activos en ciertos medios y en las redes sociales-, para quienes un encuentro público entre el gobernante y Keiko Fujimori hubiera sido casi una blasfemia.

El problema que afronta el presidente Vizcarra ahora no se debe a sus encuentros con Keiko Fujimori, Daniel Salaverry y otros fujimoristas, sino más bien por haber pedido o permitido que se mantengan en reserva esas reuniones. Eso de juntarse secretamente en una casa de San Isidro y en un departamento de Miraflores ha sido un error político del Mandatario, el cual está generando una turbulencia que bien pudo no existir.

Lamentablemente, hoy entre el Gobierno y la oposición existe un conflicto que atrae la atención de sus protagonistas, mientras la inseguridad, la anemia infantil, la corrupción, la violencia contra la mujer, la demora en la reconstrucción del norte y otros problemas de fondo siguen vigentes y en espera de soluciones. Difícil es saber quién saldrá ganando con ello. Lo queda claro es que el gran derrotado será el ciudadano de a pie.