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Hoy en día relacionamos seguridad ciudadana a cámaras de seguridad y vigilancia extrema. Estas ideas responden a una visión estrecha de seguridad y calidad de vida. No le faltaba razón a la urbanista Jane Jacobs cuando decía “una calle muy frecuentada tiene posibilidades de ser una calle segura. Una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura”. Cuando las personas usan voluntariamente las calles de la ciudad y las disfrutan, establecen zonas de paz, vigiladas por los ojos de todos los ciudadanos. En vez de propuestas populistas, lo que necesita nuestra ciudad son ideas sobre cómo vamos a ofrecer mejores calles para nuestros niños y adultos mayores a fin de construir un mejor tejido social. Toda la evidencia empírica demuestra que si las ciudades son para la gente, estas generarán una mayor felicidad y satisfacción. Desde Medellín hasta Boston, se han empleado acciones agresivas para recuperar las ciudades de los excesos más grandes del modernismo. Vías expresas techadas, parques en antiguos aeropuertos, aumento de zonas de retiro y peatonalización. Estas medidas han tenido un impacto positivo en el bienestar de la gente, en los ingresos de los negocios que se ubican en estas calles y en el valor del suelo. Lima necesita de esta visión para contar con un futuro brillante frente al colapso en el que nos encontramos sumidos desde hace ya varios años.