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Existen muchos enfoques desde los que se puede estudiar la vida y la sociedad. Por un lado, tenemos a las denominadas ciencias, que buscan explicaciones de los fenómenos naturales, demostrando cómo funcionan o cómo son.

Por otro lado, está la Filosofía, que no se enfoca en un asunto particular, sino que estudia toda la realidad y busca explicaciones de las causas. Para llegar a ello, se observan las cosas, llegando a alcanzar preguntas que generan explicaciones. Estos enfoques (ciencia y Filosofía) son diferentes, pero no se oponen; más bien, se complementan.

La Filosofía no ignora los descubrimientos de la ciencia ni estas deben prescindir de la Filosofía, pues la ciencia se basa en ideas filosóficas como ¿existe la naturaleza?, ¿existe el ser humano?, ¿existe la sociedad?

Algunos físicos que conozco niegan de palabra que exista la Filosofía, pero estos la aceptan automáticamente como válida en el mismo momento en que se ponen a investigar. Es por ello que las ciencias y la Filosofía son herramientas de la humanidad para su bienestar.

Bajo esta premisa, no solo nos basta identificar o descubrir científicamente un nuevo Niño (Costero, Andino, Modoki, Canónico, Godzilla, etc.), sino cuestionarnos por qué nos afecta. Si procedemos de ese modo, seguramente vamos a encontrar muchas interrogantes, para las cuales habrá respuestas lógicas, algunas fáciles de solucionar; otras más a largo plazo; y otras seguirán siendo usadas para que la ciencia explique cómo funciona.

La Filosofía es también una gran ayuda para tomar decisiones. Si conociéramos al fenómeno El Niño y lo advirtiéramos todos los años, ¿dejaría de existir como evento? No, pero cuando este ocurra, debemos enfocarnos en por qué nos daña y por qué nos afecta. Allí está el cambio y así habrá buenas soluciones.