Tiempos difíciles, de dolor, tragedia inmensa. La furia de la naturaleza sin límites, unida a una criminal falta de previsión de las autoridades, ha generado una situación nunca antes vista en los últimos años: muerte, destrucción, todo un país que sufre a causa de las lluvias intensas, el desborde de los ríos, los huaicos que arrasan con todo; hasta con la esperanza. No hubiéramos sido testigos de todo lo que ha sucedido en diversas regiones de nuestro país, de los daños, del pedido de los ciudadanos que claman por esa ayuda que no llega, de escenarios extremos de terror, si es que los canales locales de televisión no hubieran desplegado una cobertura pocas veces vista, que les obligó a cambiar su programación habitual para dar paso a información en vivo de todo lo que sucede en los lugares más afectados. Un esfuerzo en el que están involucrados reporteros, camarógrafos, asistentes, choferes, técnicos, directores de cámaras, editores, profesionales que trabajan sin pausa para transmitir a los televidentes los hechos de primera mano. Pero claro, siempre aparecerán los “tumbalafiesta”, esos que sentaditos desde la paz de su casa critican todo lo que ven como una suerte de deporte nacional que tiene en las redes sociales a sus mejores aliados. “Por qué grita tanto el reportero”, “Qué barbaridad, hace una novela con esa narración”, “¿Por qué se meten al barro?”. Un comentario tras otro, uno más descalificador que el anterior, que indigna. A ver, piensen unos minutos, si todos esos periodistas y sus equipos a los que se les buscan los tres pies al gato, no arriesgan su vida llegando hasta la zona del desastre, los televidentes no podrían ser testigos de excepción de la terrible situación por la que estamos pasando en el país. Reflexionen un instante y entiendan que el trabajo de los periodistas en situaciones tan peligrosas no es un asunto de juego, y si se cometen algunos excesos propios de las emisiones en vivo, es parte de un estado emocional muy intenso que viven en ese momento quienes están cubriendo la noticia. “Una cosa es con guitarra y otra con cajón”, reza un dicho. Una cosa es estar al aire en un medio de comunicación y otra estar tranquilo reposando en tu sillón favorito viendo la información sobre los huaicos y listo para el raje al primer error. Nadie pretende pasar por agua tibia excesos del periodismo televisivo, pero en estos momentos lo que hay que aplaudir es el trabajo de quienes nos están informando sobre la tragedia que vivimos. No seamos mezquinos.