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Hoy es el día de la patria. Pero algo muy grave y profundo nos afecta. Estamos preocupados por el presente y por el futuro, no tenemos confianza en nuestros líderes y en nuestras instituciones. Ojalá sea la oscuridad de la noche que anuncia un nuevo amanecer. Los poderes del estado están en el trance y la urgencia de recuperar legitimidad. Un camino que deberíamos recorrer en el tiempo más corto posible para colocarnos en un nuevo partidor político, social e institucional.

Nada fácil. Nos toca recuperar la calma y la reflexión, impedir que la crítica derive en extremismos que significarían arrojar el agua sucia con el bebe adentro. Y el bebe es el Perú que deseamos justo, próspero, desarrollado y ético. Un ideal difícil de lograr desde la contaminación de la corrupción altamente tóxica que aparece en los lugares y los niveles menos sospechados. El daño moral está hecho y la reacción colectiva es de rechazo fulminante que va de las pantallas televisivas a las calles sin mucho espacio para el debate racional y la confrontación de argumentos e ideas.

No olvidemos que el lado bueno de las instituciones lesionadas también existe, que la continuidad es un desafío en términos de rescate de un país que no puede estar a la deriva. Lejos de los ataques y la diatriba más cerca de la razón, evitando las reacciones puramente emocionales y hepáticas hablar de consensos constructivos es en este momento válido e indispensable. Nos falta un grupo de personas notables y reconocidas que apoye al Ejecutivo en esta tarea ética y política en el mejor sentido. Ojalá se organice pronto.

Esperamos un discurso presidencial positivo y racional. Martín Vizcarra ascendió en un momento excepcional y éste lo es aún más. El personifica la nación y también las esperanzas de que podremos reconstruir la confianza perdida. ¡Feliz 28! 

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