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Las últimas revelaciones periodísticas dan como para pensar que la corruptora Odebrecht también pagó sobornos por el gasoducto del sur, pese a que sus exfuncionarios han negado esta posibilidad. Este asunto no es nada menudo y el Ministerio Público tendrá que investigar la nueva arista surgida en el caso “Lava Jato”, a fin de llegar hasta todos los funcionarios a quienes los brasileños rompieron la mano para ganar millonarios negocios.

Pero la mirada no debe de apuntar solo a obras como el hasta ahora fallido gasoducto, pues en las administraciones regionales también ha corrido plata sucia. Ya existe una sentencia contra César Álvarez, exgobernador de Áncash, por una carretera al pie del Huascarán; mientras que en Cusco su homólogo, Jorge Acurio, ha sido acusado de recibir una coima por la obra Vía Evitamiento. Parece que hubo propina para todos.

Sería bueno que los fiscales pongan mucha atención en las regiones donde Odebrecht licitó con el Estado. En La Libertad, la tercera etapa del proyecto de irrigación Chavimochic también arroja indicios de pago de sobornos durante la gestión de José Murgia. Un poco más al norte, en Lambayeque, las obras de Olmos muestran un olor fétido tras haberse revelado una relación de “cutras”, principalmente en el año 2014.

Los pagos de coimas habrían sido identificados con “codinomes”, tal como operaba la famosa Caja 2 de Odebrecht. Para la justicia tiene que ser prioritario detectar a los funcionarios corruptos que llevan años viviendo en la impunidad y disfrutando de la plata sucia de los brasileños, quienes -como vemos en el caso del gasoducto- no parecen estar tan dispuestos a decir toda la verdad sobre el escandaloso desembolso de sobornos.

Está bien apuntar a los expresidentes y demás políticos que recibieron coimas y “aportes de campaña”, pero el brazo de justicia tiene que llegar a todos, incluyendo a las autoridades regionales de todas las jerarquías y que por ahora están pasando piola. Más allá de lo que diga el corruptor Jorge Barata, es necesario llegar hasta el fondo para que la sensación de impunidad no se siga respirando en el aire.