En los últimos días ha quedado claro que las universidades de cartón y triplay se niegan a morir, para lo cual están haciendo todo lo posible desde el Congreso a fin de torpedear el trabajo imperfecto pero muy válido de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu), y salvarse tras haber sido sacadas de circulación por constituir una verdadera estafa contra miles de jóvenes que pagaban a cambio de nada.

El fin de semana abortó un intento en la Comisión de Educación del Congreso por crear una instancia superior a la Sunedu, capaz de revisar sus decisiones. El presidente Martín Vizcarra y el ministro de Educación, Martin Benavides, pusieron el grito en el cielo y advirtieron el duro golpe que esta entidad podría traer a los esfuerzos que se hacen por sacar del mercado a las universidades de baja calidad convertidas en centros de estafa a muchas familias.

Sin embargo, los dudosos esfuerzos por resucitar a estas universidades no han quedado en ese punto. En las últimas horas, durante otra sesión realizada en la madrugada, se ha propuesto que las universidades privadas con licencia denegada por no cumplir, entre otros requisitos, con estándares mínimos de calidad, se acojan a un plan de emergencia a nivel económico y administrativo creado por el Estado para rescatar del cierre a las casas de estudios públicas.

No se dan por vencidos, se niegan a morir. Están dando coletazos. Es evidente que se ha tocado el bolsillo de muchos dueños de universidades que están tratando de que no les cierren sus minas de oro. No ha sido suficiente el llenarse de plata a costa de las ilusiones de muchos jóvenes que en la práctica han sido estafados y que, lamentablemente, serán los más perjudicados al ponerse en práctica los postergados esfuerzos del Estado para acabar con esas casas de estudios.

Queda a los peruanos estar muy atentos con cualquier maniobra, sutil o descarada, para frenar la vital reforma universitaria. Es necesario estar vigilantes, incluso en horas de la madrugada, con lo que hacen ciertos congresistas de un Poder Legislativo de terror que bajo la fachada de estar del lado “de los más necesitados” y del “clamor popular”, son capaces de cualquier pachotada que al país podría costarle muy caro.