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Al cierre de esta columna, los resultados confirmaban el triunfo del derechista Iván Duque con 56.7% sobre el exguerrillero Gustavo Petro, que llegó hasta el 39.5%. Es probable que la tendencia siga en esa línea con el correr de las horas. Lo cierto es que tras una campaña extraordinariamente polarizada en que por primera vez las voces de la izquierda colombiana cobraron vida y comenzaron a remecer a la clase política del país, y en general a toda la población, tanto que se constituyó en una seria amenaza para los cerca de 60 años de gobiernos democráticos conservadores consecutivos en la nación caribeña, todo ha quedado disipado y ahora Duque, un político prácticamente desconocido y sin reporte de carrera política descollante, se convierte a los 41 años de edad en el nuevo presidente de Colombia. La sociedad cafetera ha preferido un gobierno como los anteriores, eso está clarísimo, cuidando escrupulosamente el statu quo conocido que nuevos aires por conocer. En efecto, Duque, durante la campaña, no dejó de subrayar el voto al vacío que sería orientar al país hacia una izquierda donde Petro jamás fue capaz de deslindar del presidente chavista Nicolás Maduro ni del líder izquierdista mexicano Manuel López Obrador, con altas probabilidades de ganar la Presidencia de su país. Pero junto a ese miedo colectivo por que el país pierda rumbo económico, está la necesidad de que el acuerdo de paz firmado por el saliente presidente Juan Manuel Santos con las ex FARC sea corregido, principalmente en lo que ha sido la mayor polémica colombiana: la impunidad de la que estarían gozando los miembros de la exguerrilla que cometieron asesinatos y feroces atentados a la infraestructura del país durante los más de 50 años de violencia transversal. Ha contribuido enormemente en el triunfo de Duque la orientación de los votantes ganados por el centrista Sergio Fajardo, que llegó al 23% de la votación durante la primera vuelta, muy cerca de Petro. El centro colombiano, entonces, ha hecho presidente a Duque, confirmando la experiencia colombiana de ayer el giro copernicano de América Latina hacia la derecha.