Han pasado un mes y cuatro días desde que se inició la ola de convulsión social en toda Colombia. Mi análisis de su persistencia sigue viendo razones exógenas. Es verdad que el gobierno de Iván Duque no ha podido hallar la luz al final del túnel que ponga punto final a la trágica realidad que vive el país, azotado por los estragos que viene dejando a su paso la pandemia del Covid-19, y también lo es, que los grupos subversivos y terroristas, manejados por el Foro de Sao Paulo -que ha venido dirigiendo por zoom a los infiltrados en las manifestaciones ciudadanas-, no ha podido conseguir sus bajos propósitos de anarquizar el país y producir la caída del mandatario cafetero. La instrucción del Foro ha sido de que por ninguna razón el vandalismo y todas las formas de violencia que se han venido registrando en todo el país cafetero durante los últimos 30 días, pueden detenerse porque sería el primer signo visible de su derrota ideológica y de campo, en sus siniestros planes en la región. Así, los planteamientos desde fuera de Colombia, apuntan con desesperación en sus referidas siniestralidades a la agenda política peruana que se decidirá el próximo domingo 6 de junio. En efecto, en la lectura de los capos del Foro que incluye a dictadores -Nicolás Maduro (Venezuela) y Daniel Ortega (Nicaragua)- y expresidentes -Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), Cristina Fernández (Argentina) y José Mujica (Uruguay)-, de la izquierda latinoamericana, por ningún motivo podría apagarse el fuego en todo Colombia, por lo menos antes de que los peruanos hayan decidido entre la democracia y el comunismo. Buscan a cualquier precio evitar que se repita el trauma de la reciente derrota en Ecuador donde Guillermo Lasso doblegó en la segunda vuelta al títere de Correa, Andrés Arauz. A los pocos días, los comunistas colombianos aprovecharon el craso error del presidente Duque de enviar al Congreso de su país un proyecto de reformas tributarias en medio de la pandemia. Una inmejorable e impensada circunstancia no podía ser desperdiciada y por eso activaron las prácticas ya conocidas para generar el caos y la desolación en nuestra región. La mayor preocupación para los líderes del progresismo latinoamericano es que el Perú se les vaya de las manos.

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