Jennifer Lopez, Lady Gaga, Tom Hanks, Meryl Streep, Barbra Streisand, por nombrar solo algunas personalidades de la industria del entretenimiento estadounidense, son figuras que habitualmente ad portas de los procesos electorales en los Estados Unidos manifiestan su apoyo al Partido Demócrata. Joe Biden fue el candidato que ellos respaldaron en los pasados comicios y cuyo triunfo celebraron con conciertos y festejos. En el bando contrario está el Partido Republicano, el veterano Clint Eastwood, Jon Voight, entre otras celebridades, habitualmente apoyan al candidato de turno de esa agrupación y recientemente no dudaron en hacerlo con Trump. A ningún mortal se le ocurrirá decirle a Lady Gaga que ya no irá a sus conciertos, ni dejará de comprarle sus discos por la osadía de cantarle a un político en campaña, ni menos pretenderán amenazar a la diva Meryl Streep con no disfrutar de sus extraordinarias actuaciones por ser entusiasta promotora de los demócratas. Al venerable maestro Eastwood, que a sus 90 ya está por encima del bien o del mal, no se le puede restar ni una pizca de su genialidad por ser afín a los republicanos. Pero, mientras en el país del norte han superado viejos prejuicios, aquí están vivitos y coleandos respecto a la participación de músicos y cantantes en la política. Y no hablamos de apoyos directos que incluye dar la cara y pasear con el candidato en campaña, que es algo evidente, pero que también están en todo su derecho, hablamos de una cosa más inofensiva; cantar en conciertos de cierre de campaña. Hace unos días las redes explotaron en insultos para las orquestas Armonía 10, Corazón Serrano, el cómico Fernando Armas y el cantante Josimar, entre otros, por participar en eventos asociados a determinado candidatos. ¿Acaso decían que voten por fulano o megano? No, solo hacían su chamba que en estos últimos meses ha sido casi inexistente, interpretaban sus temas, ofrecían sus habituales rutinas y listo. Resulta fácil darles duro, agredir, pero a ver si todos esos indignados que salen a rasgarse las vestiduras son capaces de pagar un acceso cuando los artistas ofrecen espectáculos online o se les ocurre ayudarlos cuando los convocan por algún emprendimiento. Ante la falta de apoyo, el artista solo pide chamba. No los critiquemos por eso.

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