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Las imágenes grabadas por el equipo del periodista mexicano-estadounidense Jorge Ramos en las calles de Caracas, en las que se ve a unos jóvenes rebuscando entre la carga de un camión de basura para ver si encuentran algo que les sirva de alimento, han mostrado con suma dureza los niveles a los que ha sido degradada la condición humana en Venezuela gracias a la dictadura chavista, que lleva 20 años en el poder y que ojalá esté viviendo sus últimos episodios.

Cómo habrán sido de fuertes las imágenes, que el impresentable dictador Nicolás Maduro retuvo a Ramos y a su equipo de la cadena Univisión en el Palacio de Miraflores mientras le realizaban una entrevista previamente coordinada. También optaron por robarles los equipos donde estaban las tomas que ya se han difundido al mundo entero, y que muestran a dónde puede llegar un país rico en recursos si cae en manos de una tiranía.

Ramos ha dicho que al usurpador del poder en Venezuela no le gustaron las preguntas que le fueron formuladas, ni que le muestren las imágenes de sus compatriotas comiendo basura. Fue por eso que a los 17 minutos del diálogo pateó el tablero y se inició el altercado que ayer terminó con la deportación de los reporteros que osaron disgustar a quien acá en el Perú tiene muchos seguidores en el lado de la izquierda.

Lo irónico es que días atrás los esbirros de Maduro quemaron un camión con ayuda humanitaria consistente en alimentos y medicinas para que no lleguen ahí donde la gente de la calle tiene que buscar comida en los camiones de basura para calmar su hambre. Queda claro que esas pobres personas que no tienen qué llevarse a la boca no son los hijos o parientes de los jerarcas del chavismo, a los que últimamente se ha visto disfrutando de la vida en Estados Unidos y Europa.

La dictadura chavista en Venezuela ha entrado en una etapa de descomposición, que se traduce en los actos desesperados que vemos en las últimas semanas, lo cual ojalá sea una señal de que el régimen ya se viene abajo, para bien de los venezolanos y de la democracia en la región. Y mientras tanto, habría que preguntar a nuestra izquierda dónde están los derechos humanos de quienes tienen que husmear en la basura para encontrar algún “alimento”.