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Una de las preocupaciones que existe actualmente es que la crisis política -con el desgaste de los principales actores- llevará a que en las próximas elecciones, los peruanos elijamos a un radical antisistema. Ello pondría en riesgo lo avanzado en estos años de democracia y solo agravaría nuestros problemas. Por eso, hay quienes se oponen al adelanto, pensando que así se evitará este preocupante escenario. En lo personal, creo que ese razonamiento está profundamente equivocado.

Los opositores al adelanto no tienen una alternativa realista que haga viable la dinámica política hasta el 2021. Si no se adelantan las elecciones, las fuerzas políticas en el Congreso estarían yendo en contra del deseo de la mayoría de la población, aumentando más su desprestigio y la actual incertidumbre política. Hay quienes dicen que podría llegarse a consensos para una etapa sin confrontaciones, pero no explican cómo salir de la dinámica política que ha marcado los últimos tres años. Así, prolongar la crisis no ayudaría a solucionarla sino que solo la agravaría, favoreciendo el surgimiento de opciones radicales.

Por el contrario, el adelanto de elecciones permitiría que la clase política conecte con el sentir ciudadano, demostrando una solución madura dentro de los cauces democráticos y constitucionales. Además, unas elecciones cercanas favorecerían a quienes han venido trabajando en organizarse políticamente los últimos años, en detrimento de los improvisados que siempre aparecen el último par de años para intentar ser el “outsider”.

El panorama está claro. El adelanto de elecciones puede generar algunas incertidumbres, pero estas solo serán más graves si esperamos un año más antes de acabar con la actual crisis política.