El nacionalismo es entendido como la reivindicación del derecho de una nacionalidad a reafirmar su propia personalidad mediante la autodeterminación política. Alude al apego a los valores propios. Pero en nuestro país el llamado Partido Nacionalista, de Ollanta Humala y Nadine Heredia, representa lo opuesto. Sus campañas electorales han estado abiertas al financiamiento extranjero, del chavismo venezolano o del empresariado brasileño, representado por la megacorruptora Odebrecht, cuyo máximo directivo reveló que entregó tres millones de dólares a Heredia por recomendación de Lula da Silva para que Humala pudiera ganar las elecciones.

Era cierto que podían poner y sacar presidentes. Una fuerte donación podría suponer una coima adelantada y un escándalo que pone a un pie de la cárcel a la pareja presidencial, del dizque nacionalismo, por lavado de activos y negociación incompatible.Una elección presidencial cuesta dinero para competir en campañas cada día más caras. Pagar oficinas, personal idóneo, personeros, publicidad, viajes y mítines para difundir el mensaje y darse a conocer, más la creciente dependencia de la publicidad en los medios de comunicación.

En Estados Unidos, en cada campaña se habla de millones de dólares y es el modelo seguido en el Perú. Los candidatos recaudan millones en dinero donado directamente o invertido en su beneficio, lo que genera graves problemas de integridad. Lo que hacen con los fondos recaudados son fuente de problemas y un peligro para las democracias. No siempre van a los gastos de campaña. Se generan compromisos de tratos preferenciales a los donantes de sumas considerables. Verdaderas hipotecas subordinan a los representantes elegidos a los intereses de quienes aportaron el dinero. Se compra así desproporcionada influencia. Pero cuando esta viene del extranjero, se configura, además, una intromisión que avasalla la soberanía popular manifestada en el sufragio. Simplemente con el dinero se orienta y define el voto. Inadmisible e indignante.