La segunda temporada de pesca del 2019 se inició en noviembre con una cuota de 2.78 millones de TM, habiéndose pescado en dicho mes 701,855 TM, cuando en los últimos 10 años el promedio de dicho periodo fue de tan solo 352,135 TM. Ello es reflejo de la abundancia de la biomasa existente.

Sin embargo, en diciembre la situación cambió drásticamente por factores climatológicos que provocaron una alteración en la distribución de la anchoveta, la misma que dispersó y profundizó a los adultos y generó una alta presencia de juveniles.

Frente a esta situación, la flota industrial voluntariamente – y sin que el ente rector lo ordenara- suspendió sus operaciones hasta que las condiciones mejorarán y las anchovetas adultas se reagruparan. Esta decisión se sustentó en el principio de sostenibilidad de la industria.

Asimismo, un tema importante a tenerse en cuenta es que este escenario no es nuevo ni extraño. En la segunda temporada del 2010 y 2017 se registraron también una alta presencia de juveniles. En el caso del 2010, estuvo asociado a condiciones muy frías y solo se logró pescar el 19.9% de la cuota; mientras que, en el 2017 hubo una mezcla de anchovetas adultas y juveniles que solo permitió capturar el 46.2% de la cuota. Lo anterior nos hace corroborar que una de las características del mar peruano es su alta variabilidad.

Frente a este escenario, y como es de público conocimiento, la temporada de pesca se cerró para los industriales, habiéndose capturado solo el 36% de la cuota. Sin embargo, la pesca artesanal sigue capturando anchoveta, sin que hasta la fecha Produce decrete la veda correspondiente, lo que atenta contra el recurso y favorece al mercado de harina ilegal. En aras de la sostenibilidad, esperamos políticas donde se mida a todos con la misma vara.

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