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Punto para Donald Trump -léase para el presidente candidato-, y desde luego para EE.UU., la confirmación por el propio mandatario de la muerte de Abubaker al Bagdadi, líder máximo del grupo terrorista Estado Islámico (EI), quien hallándose sin escapatoria en unas colinas al norte de Siria habría decidido autoeliminarse. Cabría preguntarnos si con su muerte el Estado Islámico ha sido realmente derrotado. Aunque es verdad que territorialmente ya no tiene dominios -los que mantuvo siempre fueron circunstanciales y efímeros-, la derrota como tal debe ser tomada con pinzas. Lo voy a explicar. Desde que apareció el EI, de las propias entrañas de Al Qaeda en el 2014 proclamando su califato –Al Qaeda fue menoscabada con la muerte de Osama bin Laden (Pakistán, 2011) y ha quedado seriamente neutralizada luego del abatimiento de su hijo Hamza en julio de este año-, se convirtió en el verdadero terror del mundo al mostrar por las redes sociales sus ejecuciones por decapitación. Identificados como el extremismo fundamentalista yihadista wahabita (takfirista) –toda una derivación del Islam sunita (la otra rama es la chiita)-, mantuvieron al planeta en completa zozobra, particularmente al Medio Oriente. Las ciudades de Mosul (Iraq) y Alepo (Siria) las controlaron completamente por cerca de un lustro. La coalición de 44 países liderada por EE.UU. ha logrado su cometido, pero no lo hizo sola. Los rusos también pusieron lo suyo y los kurdos, que conocen muy bien el terreno en que se movió el EI, fueron claves en ese resultado. Pero ¿cuál es la fórmula para erradicar definitivamente al terrorismo islámico? Pues aquella que supere a la pura estrategia militar y que pasa por vencer al extremismo, que es una desnaturalización del Islam. Para ello, a mi juicio, hay que recurrir a los centros doctos donde se enseña el verdadero Islam, como la famosa Universidad de al-Azhar, fundada en el 975 d.C. en Egipto. De sus aulas salen prestigiosos imanes o entendidos en el Corán que hoy tienen la gran misión de explicar el auténtico mensaje del Islam, la tercera religión monoteísta en aparecer en la sociedad internacional.